KAN, EL PERRO FILÓSOFO
© Eduardo De Benito
KAN EN EL DOG SHOW
Deseoso de darle a su educador una razón para que siguiese felizmente ocupado, nunca tuvo prisa por aprender aquellos estúpidos ejercicios. De vez en cuando, si en un concurso le hacían competir contra otros perros, dejaba ganar a sus contrincantes. En su tiempo libre se sentía afortunado meditando sobre el maravilloso mundo canino comparado con el terrible universo competitivo de los humanos.
KAN Y SU AMIGO LEAL
Kan dejó que el aroma de su comida le acariciase. “Sabes, -
dijo estirando una pata hacia su cuenco - a veces me lo pregunto”.
Leal le miró con admiración, nunca había conocido a un perro
filósofo. “¿Te lo preguntas?”
Kan prefirió ignorar las sacudidas nerviosas de la cola de
su amigo.
“Sí, me lo pregunto. ¿Estaremos solos en el universo?”
“¿Lo estamos?”, le preguntó Leal asustado.
“Creo que sí. -- respondió Kan con suficiencia - Ahí fuera solo están los gatos… y esos bípedos que trabajan para nosotros preparando la comida”
KAN, AGENTE SECRETO
“¿Comprobaste que no te siguieron?”, preguntó Kan.
“¡Positivo, señor!”, respondió Leal, tratando de poner su
voz más marcial.
Kan miró a su alrededor y tomó un extraño objeto con mango
de madera y hoja de metal afilado. Lo examinó pensativamente. “Con esto en
nuestro poder aniquilaremos a los gatos”, sentenció con rotundidad.
Justo en ese momento se encendió la luz de la cocina y una
voz tronó en lo alto.
“¡Maldita sea!, ¿qué estáis haciendo con mi cajón de los
cubiertos?”
KAN EN EL CIRCO
Sonaba una música estridente y unas luces brillantes
iluminaron la mesa. Entonces escuchó una voz tonante. “Querido público, ahora
necesito toda su atención en nuestro último y espectacular número” ¡Ta-ta-chan!,
sonó la orquesta, seguido de una explosión de centellas. Cuando se disipó el
humo estaba dentro de un sobrero de copa. Una multitud rugía en una carcajada
estruendosa. “¡Malnacido seas! - pensó Kan - El maldito Rabbit me la ha vuelto
a jugar”.